No estoy acostumbrada a madrugar un domingo para ir a misa. Había olvidado lo que era despertarse temprano, desayunar, ponerse algún vestidito o ropa mona propia de los domingos y dejarme peinar mi larga melena negra por las habilidosas manos mi madre. Los domingos por las mañanas eran especiales, para una niña de 10 años como yo, aunque luego en la iglesia no pudiera evitar formular la pregunta: "¿Falta mucho para irnos?".
Todo eso ha quedado ya bastante atrás y hace mucho tiempo que he dejado de ir a misa habitualmente. Sólo voy cuando los amigos de mi querido J. deciden casarse o lo que es aún peor, cuando han tenido niños y van a a bautizarles...
Sobre este tema hablábamos, con botellín de cerveza en mano, en un bar-karaoke de Nueva York llamado
2ndOn2nd (llamado así porque se encuentra entre las calles primera y segunda de la segunda avenida) un sábado a las tres de la mañana. Después de perder la vergüenza delante de un público neoyorkino totalmente entregado al cantar una canción de Mecano, otra de la mismísima Rocío Jurado y otra de mi admirado Sabina, decidimos que necesitábamos un buen
"chute" de "Aleyuya" y "Oh, Jesus Christ!".
Así que, tras acabar con el repertorio de canciones en español y de alucinar con los numeritos que se montaban en el escenario los
locales, nos metimos en un taxi y acordamos en vernos en el vecino
Harlem a la mañana siguiente a las 9 y media.
125 Street es una de las arterias más famosas de Harlem, junto con Martin Luther King y Malcom X, dos calles que recuerdan a estos líderes de la comunidad negra asesinados en los años 60 por defender los derechos civiles. Con gafas de sol, dolor de cabeza y sin haberme tomado un café con extra shot, salí atropelladamente del apartamento más tarde de las 9. Ya no me daba tiempo a ir en metro, así que cogí un taxi y gracias al poco tráfico llegué a la iglesia donde mis amigos hacían cola. Aquello parecía el zoo. Una enorme cola llena de turistas con la cámara colgada del cuello, la gorra y guía en mano esperando para ser los primeros en entrar. Pronto nos damos cuenta de que la mayoría son españoles, excepto unos italianos muy
fashion (y muy petardos también).
La cosa se anima cuando a las diez se abren las puertas y un hombrecillo de color, metro sesenta de altura y cara de pocos amigos nos va guiando uno por uno (por señas, no por palabras) en qué sitios nos tenemos que sentar exactamente. Se producen momentos de tensión cuando grupos de 12 amigos son separados por obra y gana del encargado, que hace oídos sordos a todas las quejas. Mi opinión es que en momentos como estos lo mejor es callarse y obedecer (acaso no nos están dejando entrar en SU iglesia? Un poco de respeto por favor!). El problema es que muchos turistas se creen que esto es un parque temático o un show donde se vive en directo la cultura negra como no se vive en sus países. Me imagino cómo sería si fuera al revés... cientos de turistas negros haciéndo cola para entrar en una iglesia católica de Park Avenue.
Después de conseguir sentarnos en los bancos del fondo, alejados de los feligreses, comienza el espectáculo. Hombres y mujeres vestidos con sus mejores galas, con trajes como de otra época, sombreros, tocados, guantes, bolsos al más puro estilo lady, joyas... entran animadamente, se preguntan sobre la familia, se besan como si llevaran años sin verse... Nosotros nos limitamos a observar y no podemos evitar sentir algo de impaciencia por escucharles cantar.
Sólo decir que me emocionó y no me lo esperaba. Las voces, los bailes, son tal y como los vemos en las películas, pero sin artificios, más real. Sin darte cuenta acabas de pie, con el ritmo en el cuerpo y dando palmas. Puede parecer ridículo, pero es algo que hay que sentirlo para entenderlo.
Al salir dimos una vuelta por Harlem, pero sin ir más allá de la calle 125 (como la mayoría de turistas). Una vez más, la falta de tiempo... Bajando a Central Park nos topamos con el famoso teatro Apollo.
Un símbolo del barrio donde artistas como Ella Fitzgerald, Billie Holiday o los Jackson Five con el pequeño Michael hicieron sus primeras actuaciones para un público exclusivamente blanco.
Por sus calles ves la impresionante mezcla cultural: puertorriqueños, dominicanos, mejicanos... todas las nacionalidades del continente africano y también blancos, conviven en un barrio donde la pobreza y el crimen han desaparecido en su totalidad. Muestra de ello es la construcción de viviendas de lujo, hoteles, museos, lofts y hasta un rascacielos próximo a Central Park. Es el "nuevo renacimiento" de un barrio que cada vez acoje a más clase media.
Pero donde sigues encontrándote con estampas como esta...