El fin de semana pasado estuve en la exposición sobre la vida y la carrera de uno de los grandes diseñadores de la moda: Hubert de Givenchy. Quedé fascinada no solo por su talento para plasmar sus geniales ideas sobre la tela, sino por su faceta humana y personalidad humilde. Trabajador y siempre fiel a sí mismo.
Sabía lo justo de su historia. Que bebía de las ideas y del impecable trabajo del maestro Cristóbal Balenciaga y que mantuvo una estrecha amistad de casi 40 años con la actriz (y musa) Audrey Hepburn. La historia de cómo se conocieron es curiosa. Hubert estaba en su taller cuando recibió la llamada de que iba a ser el encargado de vestuario de la película Sabrina, protagonizada por Miss Hepburn. El modisto entendió que se trababa de Katharine Hepburn y cuando vio a la joven Audrey entrar en su atelier con una sencilla camiseta de rayas y sombrero de gondolero, se sintió bastante desilusionado. Sin embargo, a partir de ese momento empezaría una amistad que les marcaría a los dos para siempre. Ningún otro modisto volvería a encargarse del vestuario de la actriz en sus películas.
Hasta el 18 de enero podréis en directo ver algunos de los modelos que encumbraron a la actriz en películas como Desayuno con diamantes o Cómo robar un millón. Para la actriz, "la ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma. Es más que un diseñador; es un creador de personalidad".
Después de conocer esta historia, me encuentro reflexionando sobre el significado de la amistad, sobre lo frágil que es y sobre una frase que he leído en este blog: "He aprendido que grandísimos amigos pueden volverse desconocidos, y que por el contrario, un desconocido puede volverse alguien inseparable".
Ahí queda eso.
Y vosotros, ¿habéis visto ya esta exposición? ¡Os la recomiendo mucho!
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