12 de noviembre de 2012

París: Día 6 - Louvre

No puedes abandonar París sin recorrer los laberínticos pasillos de uno de los mejores museos del mundo: el Louvre. Su impresionante colección de pintura, escultura y otras piezas te dejan sin respiración. La enorme riqueza que contiene te asombra en todos los aspectos, y muchas veces abruma, ya que es imposible abarcarlo todo en una sola visita. Debemos planificar bien antes de ir qué queremos ver, y olvidarnos de algunas salas. El truco está en pensar que las salas que no vamos a poder vivitar se encuentran en otro museo, en otra ciudad :)

En cifras: 60.000 metros cuadrados y 35.000 obras de arte. Todos los estilos y todas las culturas del mundo están aquí. Desde antigüedades orientales, egipcias, etruscas, griegas o romanas... pintura, y escultura europea de todos los siglos, hasta las más recientes adquisiciones del arte africano y de Oceanía. A continuación resumiré algunas de las obras que más me impactaron. (nota: nos dejamos por ver muchas cosas, entre ellas casi todo Egipto).


Como maravillas de la antigüedad me quedo con el Código de Hammurabi, (sala 3, planta baja, ala Richelieu). Se trata de uno de los primeros conjuntos de leyes que se han encontrado y el mejor conservado de la antigua Mesopotamia.


Como joyas de la escultura clásica destaco sin duda la Venus de Milo (sala 7, planta baja, ala Denon). Su descubrimiento a manos de un campesino de la pequeña isla de Milo en el año 1820 eleva todavía más la incógnita de quién pudo ser esta mujer y qué representa. Encontrarla en el museo es fácil, solo tenéis que seguir el rastro de cientos de turistas que se amoltonan para hacer una foto. Y sino mirad la cantidad de objetivos que la Venus de Milo tiene que contemplar al día.


Los patios interiores con ejemplos de escultura barroca francesa bien merecen la pena. No suelen estar muy transitados y en ellos hay obras preciosas.


Siguiendo con la escultura, esta vez de la escuela italiana, destacan los Esclavos moribundos de Miguel Ángel (sala 4, planta baja, Galería Miguel Ángel, ala Denon), destinados a formar parte del grupo escultórico de la tumba del Papa Julio II. Por supuesto, también hay preciosos ejemplos de escultura griega como la Diana de Versalles. Se trata de una copia romana.


La Victoria Alada de Samotracia, (sala frente a la 1, 1ª planta, ala Denon). Imposible perderla de vista, la encontraréis en lo alto de la escalera Daru. Es una de las obras más destacadas de la colección. Conserva un enorme misterio ya que no se sabe cual fue su autor. El inconfundible tratamiento de la ropa agitada por el viento y la exageración anatómica nos dan una idea de la grandeza de la escultura helénica.


La Gran Galería en la 1ª planta es realmente impactante, con una colección infinita de pinturas italianas. Yo destacaría la Vírgen de las Rocas de Leonardo da Vinci. Muy cerca de aquí, en la sala 6, está la obra más visitada de todo el museo, La Gioconda. ¡Aviso que es necesario armarse de paciencia para sacar una foto decente!



La colección de pinturas francesas es también abrumadora. Las que más me gustaron fueron La Gran Odalisca de Jean Auguste Dominique Ingres, La Balsa de la Medusa de Gericault y La Libertad guiando al Pueblo de Eugène Delacroix. Por supuesto hay muchas más, pero entonces jamás terminaría este post




Ya solamente entrar al museo es un espectáculo. Primero por el edificio en sí, segundo por su privilegiada ubicación. El Palais du Louvre fue construido como fortaleza a principios del siglo XIII y más tarde, en el siglo XVI se convirtió en residencia real. Fue declarado museo nacional en 1793.

La impresionante pirámide de cristal de 21 metros de altura diseñada por el arquitecto estadounidense pero nacido en China, I. M. Pei, es fotografiada hasta la saciedad. Gracias a esta pirámide de cristal, la parte baja del museo es bañada por una increíble luz natural, de forma que no parece que nos encontremos bajo el suelo. Es mucho más que una pirámide, es un símbolo de París.


La mañana visitando el Louvre es bastante intensa y salimos agotados. Para coger fuerzas fuimos a comer al restaurante Le Grand Colbert, famoso por aparecer en una escena de la película de Nancy Meyers, Cuando menos te lo esperas. Por la tarde dimos un paseo por las Galerías Comerciales o Passages Couverts, donde retrocedes al París de principios del siglo XIX.


Al caer la noche, un paseo en los Bateaux Parisiens nos dio la oportunidad de descansar y de conseguir una perspectiva diferente de la ciudad desde el Sena, bajo la luz de las estrellas. ¡Un plan súper romántico!